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Antonio Amengual (página del director y empresario) |
Por el tenor
Enrique R. del Portal
Para la práctica totalidad de profesionales que nos dedicamos (o nos dedicábamos) al género lírico español, así como para el público aficionado,
Antonio Amengual es un nombre de referencia y, en mi opinión el último gran empresario de zarzuela. La Compañía Lírica Española fue la primera en la que hice mis pinitos como solista, y en la que aprendí gran parte de lo que es necesario para dedicarse a este proceloso mundo bolo. Sigo sintiendo un gran respeto y admiración por Amengual (como escribo en el artículo que le dediqué y que puede leerse clicando en el siguiente
enlace), independientemente de lo mejor o peor parado que salga de esta anécdota. -Antonio, ya sabes que te quiero-.
Al asunto; corría el año de 1994. En aquellos días era habitual que la compañía de Amengual tuviese una media de más de 150 funciones al año, entre bolos, giras y temporadas en Madrid, que llegaban a ser de más de dos meses en verano e incluso durante invierno u otoño, en algún teatro de la capital. Esto, como se puede imaginar, hacía que ensayáramos bastante, y durante todo el año fuera habitual pasar unos días a la semana en los locales de El Camborio, en Lavapiés, que era el 'cuartel general' de la compañía.
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La compañía con el director (Facebook/ 'Yo también pasé por la Compañía Lírica española') |
Amengual tenía la costumbre de completar los títulos de género chico (esas obras en un acto que duran una hora o menos. Parece mentira, pero todavía hay que recordarlo) con una pequeña selección de números, casi siempre relacionados con el título en cuestión o bien por la temática o por el autor. Él solía llamar a estas pequeñas antologías o fin de fiesta, 'prólogo' o 'mosaico lírico' en función, obviamente, de su situación antes o después de la obra principal. En 1994, se celebraba el centenario de la muerte del maestro Francisco Asenjo Barbieri, así que el prólogo que ideó Amengual era, además de muy adecuado, muy entretenido; la figura de Lamparilla, protagonista de una de la más celebradas zarzuelas de Barbieri, 'El Barberillo de Lavapiés', presentaba, en primera persona, distintos personajes y números musicales de obras del maestro.
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Francisquita (Facebook/ 'Yo también pasé por la Compañía Lírica española') |
El encargado de dar vida y voz a Lamparilla era el tenor cómico y después primer actor de la compañía Alberto Agudín. Era uno de los primeros ensayos y leíamos sentados el texto del que Amengual era autor, que uniría los distintos números musicales. Agudín comenzó: “Querido público, permítanme que me presente. Soy Lamparilla, el Barberillo de Lavapiés, y aprovechando que es mi centenario…”. Esta frase aludiendo al centenario de Barbieri (se omitía de forma elegante, que era de su muerte) se repitió de modo recurrente a lo largo del texto del prólogo hasta que el actor Agudín paró la lectura y dijo: "Disculpa, Antonio, no hago más que decir que soy Lamparilla y que se celebra mi centenario, pero el centenario es de la muerte de Barbieri, no del Barberillo. ¿No vamos a confundir al público?".
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Enrique R. del Portal (Facebook) |
Ante esto, Amengual espetó de forma categórica: "El público no piensa y ésta es mi compañía y se celebra el centenario que yo digo". Algo a lo que no era posible ninguna objeción, como se puede imaginar. Todos nos miramos en silencio, casi paralizados, con una medio sonrisa en la comisura de los labios, pero sin que nadie se atreviese a contradecir al jefe, que nos demostraba, una vez más, que la lógica del empresario de zarzuela no tiene por qué ser necesariamente comprendida y compartida por todos. A pesar de todo, cada vez que los compañeros de aquellos días nos encontramos en algún estreno o trabajando, siempre coincidimos en echar de menos a Antonio Amengual.
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