Mundo Bolo | "Un mundo de perdición" (I)

Teatro Colón (Facebook/Teatro Colón A Coruña, Carlos iluminador)
En uno de mis cursos en el conservatorio se matriculó en la clase de Canto una mujer de cerca de 60 años, con una voz magnífica por cierto, que le contó a la profesora que ella de joven había querido dedicarse a la ópera pero que cuando se casó, su marido le prohibió seguir con sus estudios porque, según sostenía el interfecto, “todas las cantantes eran unas perdidas”. Como la mujer afirmaba seguir felizmente casada y ante el hecho evidente de que su media naranja no había puesto inconvenientes para que volviese a educar su voz, sólo una elemental prudencia nos impidió preguntarle si su esposo la consideraba lejos ya de la edad de perderse o habían llegado a un momento de su relación en el que ya no le importaba que lo hiciera.

Lejos de ser una opinión exclusiva de aquel inconsecuente cónyuge, a lo largo de mi carrera me he encontrado con un número significativo de gente que cree que pertenecer al mundo de la música o del teatro presupone necesariamente llevar una vida de alegre promiscuidad que garantiza un número de encuentros sexuales muy superior a la media.

Después de años de observación (que no necesariamente de práctica) puedo garantizar que, a pesar de la soledad, de las largas ausencias por las giras, de las tórridas – pero ficticias – pasiones vividas sobre el escenario, de la necesidad imperiosa de los tenores de reivindicarse frente a la manida frase de los directores: “que canten los hombres y los tenores”, y de tantas otras cosas, las relaciones entre cantantes líricos son muy similares en cantidad y calidad a las de cualquier otro gremio (exceptuando probablemente a futbolistas, músicos de pop o rock y altos ejecutivos en un extremo y religiosos verdaderamente fieles a su voto de castidad en el otro). Aunque, por supuesto, como en todas las profesiones, haya excepciones al termino medio.

A pesar de que la falta de privacidad de un escenario no permite demasiadas alegrías, yo misma he sido testigo (en un ensayo general con público, no en una función, eso sí), como la desaforada pasión con la que un tenor se arrojaba sobre la soprano (ambos italianos, ¡ay la sangre latina!) en uno de los festivales de ópera de A Coruña hacía que ambos se cayesen de la cama, o como la magnífica soprano Enedina Lloris frenaba los indeseados avances del bajo (también en un ensayo general) que hacía escena con ella en un ‘Elixir’ coruñés, con un enérgico e impostadísimo: “Basta Alfredo” que detuvo a la orquesta y dejó al director inmóvil con la batuta congelada en el aire.

No hace demasiado tiempo fue muy comentado el enfado de un muy afamado tenor alemán, en aquel momento felizmente casado (ya no, pero por motivos extraoperísticos), que en plena función de ‘La Traviata’ y ante un teatro atestado, descubrió horrorizado que la soprano que, en una genialidad del director de escena, debía restregarse contra él de una manera quizás excesivamente íntima, no llevaba ropa interior. Desde aquel día y durante una larga temporada, exigía que el departamento de sastrería comprobase que sus partenaires iban 'correctamente vestidas' antes de salir a escena.

De las excepciones fuera del escenario hablaremos otro día.

Con el título de 'Mundo bolo', esta sección de Diario Lírico, para la que solicita la colaboración de sus lectores, tiene periodicidad semanal y en ella tienen cabida, siempre con tono de humor, las experiencias vividas por cantantes e instrumentistas en audiciones y actuaciones. Los que deseen participar pueden enviar sus relatos al correo electrónico redaccion@diariolirico.es indicando si quieren firmar su colaboración o permanecer en el anonimato. Es posible adjuntar fotos para ilustrar la historia narrada.
Mundo Bolo | "Un mundo de perdición" (I) Mundo Bolo | "Un mundo de perdición" (I) Reviewed by Diario Lírico on 12.3.17 Rating: 5

1 comentario:

TILIN dijo...

Jajajaja.... Lo de la soprano sin ropa interior me llegó a los oídos, no me extraña, el tenor alemán provoca pasiones . Seguramente la mujer matriculada de 60 años, aprovechando la generosidad de su antes celoso marido, alguna cana al aire se permitiría. Geniales tus vivencias ....

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